La mujer contra la madre* – Gabriel LOMBARDI
DOSSIER
ARTICLES EN LANGUE ESPAGNOLE
*Secuelas lógicas en Lacan del texto de antropología psicoanalítica de Markos Zafiropoulos
« Il y a une corrélation entre l’âge, appelons-le capitaliste, et l’extension de ce discours analytique. Et le progrès qui en résulte est certainement d’un autre ordre que celui de la connaissance : il est de celui de ce que j’appellerais la rigueur logique ».
Lacan, « La psychanalyse dans sa référence au rapport sexuel », 1973.
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Retornos
La lectura del libro La cuestion femenina de Freud à Lacan o La mujer contra la madre de Markos Zafiropoulos[1] ha impulsado una investigación que hace un tiempo llevo adelante sobre el mismo tema que él trata : la pregunta por lo femenino en la obra de Jacques Lacan y en la clínica psicoanalítica actual, casi medio siglo después de su partida.
He seguido las preguntas, las aporía e hipótesis que Markos Zafiropoulos encontró en el pasaje de Freud a Lacan y en el movimiento de retorno de éste hacia el primero. A pesar de las diferencias en el método empleado por Markos Zafiropoulos en el marco de su lectura – la antropología psicoanalítica -, sus resultados son convergentes con los que encontré, enmarcados estos a su vez en la lógica sobre la que Lacan se apoya en su recorrido teórico y práctico, en los años que siguen a los dos períodos considerados por Markos Zafiropoulos.
En su « retorno a Freud », Lacan emplea efectivamente los anteojos de Claude Lévi-Strauss para leer la obra teórica y los casos clínicos de Freud, particularmente en dos puntos capitales, inspirados por el gran antropólogo : el del significante de excepción encarnado en el Nombre-del-Padre, y el de la mujer en tanto que divergente de la madre, incluso contra ella. La luz con que Markos Zafiropoulos ilumina estos dos temas vuelve su trabajo convincente, y muy precisamente referenciado con relación a los textos de los dos autores fundamentales del psicoanálisis.
La lectura de La mujer contra la madre me permitió discernir otro retorno a Freud alrededor de esos temas, a partir de una lectura, esta vez, con los anteojos de Kurt Gödel. Me refiero al lógico que logró manejar « el decir de Cantor », y dar su bendición a la máquina formal de Turing, la que posibilitará en pocas décadas un nuevo soporte para la existencia humana. Esa máquina es la matriz del lenguaje de programación y todas las redes – sociales o no – que derivan de él.
En efecto, con su relectura « lógica » de Tótem y tabú, Lacan intenta pasar del mito y de la ambigüedad religiosa del padre señalada por Markos Zafiropoulos en los intercambios simbólicos, al padre real en tanto que operador estructural. Ese padre real, dice Lacan en 1970 en notable coincidencia con lo que decía en su época de máxima influencia de Lévi-Straus, « (…) está estrictamente excluido definirlo de un modo asegurado, si no es como agente de la castración »[2].
Por supuesto que ahora ubica al padre de otro modo, en la posición insostenible de aquel que, a las mujeres, las tendría « todas », lo cual es imposible. El padre es una ex-sistencia que viene al lugar del mito. « El padre de lo real es absolutamente fundamental en el análisis. El modo de existencia del padre es real. Es el único caso en que lo real es más fuerte que la verdad. Digamos que lo real, también él, puede ser mítico »[3], dirá aún más tarde, en 1975, en la Columbia University. La tozudez de Freud con su Totem y su Moisés retorna ahora en el último Lacan. ¿ A qué necesidad, no biológica sino lógica, responde esta firmeza ?
Entre esas dos referencias, Lacan lee entre otras cosas los Analíticos de Aristóteles orientado por Jan Lukasiewicz y Jacques Brunschwig. Esta lectura le permite conectar los dos temas estudiados por Markos Zafiropoulos de un modo renovado y coherente con las intuiciones e hipótesis previas de este último autor : el padre y la madre como términos claves en el análisis del deseo y de los goces. De manera que una extraña oposición deviene posible, que desarrollaremos en los puntos 2 y 3 que siguen.
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Por un lado, padre – madre – falo – castración
En su texto L’étourdit, el falo φ, significante del goce fuera del cuerpo, prototipo universal del semblante, deviene una función precisa : la función de extracción del goce del cuerpo para el parlêtre varón (« mâle » en francés, se le podría llamar mâlêtre por su relación con el goce).
Para varón entonces no hay más que castración Vx φx, salvo que se sitúe en la posición de excepción Ǝx ¬φx (caso del psicótico Schreber, para quien el goce vuelve del semblante al cuerpo), o bien que delegue en el padre esta función de ex-sistencia gozante, fuera del semblante fálico[4].
De este lado, « paratodohombre » [pourtouthomme], se plantean entonces dos dimensiones del dicho [dit-mensions], la del discurso en que él se « paratoda » [pourtoute], y los lugares en que se corta [se thomme][5]. Así, este hombre se corta (cet homme se thomme, juego de palabras que incluye el término griego τέμνω, « cortar »), y se corta diversamente : o bien en los discursos asegurados en lo imposible, que lo desmiembran entre semblante/verdad/trabajo/plus-de-gozar, o bien se corta en la confrontación cuerpo a cuerpo con el sexo Otro, fuera de discurso, en el pasaje al acto sexual, en las condiciones que el análisis demuestra, de no-relación sexual.
Se puede ver hasta aquí entre este homenaje [cet hommage] al padre y este corte [ce thomage], el equívoco que permite a Lacan leer a Freud del lado varón, con instrumentos lógicos renovados, para situar de un modo clásico, tanto la posición de la mujer en tanto objeto del deseo y de intercambio en los discursos que hacen lazo social, como la madre que sostiene su deseo perversamente [père-versement] orientado hacia su hijo-fetiche, siendo la maternidad la única fijeza perversa que Lacan reconoce positivamente en las mujeres.
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Del Otro lado, mujer
Bien por el contrario, y « contra la madre » entonces, para pasar de esta primera configuración que es la de la dialéctica padre-madre-castración-falo a la segunda configuración, la femenina, no alcanza con la lógica de predicados de primer orden inaugurada en los Primeros Analíticos, y cuya consistencia fue demostrada por Gödel en su tesis de doctorado de 1929[6].
Por razones de formato en la publicación, debemos saltar aquí el paso intermedio del aislamiento del objeto a y del « yo amo en ti algo más que a ti », que permanece garantizando y constituyendo el « en sí de una consistencia lógica ». Para llegar al « segundo retorno a Freud » del que hablo, Lacan avanza en otro programa de investigación lógica, y en dos direcciones que Aristóteles no solamente no desarrolló, sino que abandonó o prohibió con todo el peso de su autoridad, respetada hasta Georg Cantor, o sea por más de dos milenios.
La primera dirección consiste en oponer, a la universal fálica, una predicación que incluye el cuantificador universal negado, ¬Vx φx, es decir un particular mínimo en el sentido discernido por Brunschwig, es decir que puede aproximarse ad libitum al universal, sin alcanzarlo jamás. No toda x es φx. Se puede traducirlo diciendo « no todo significante, en tanto que substancia gozante, está afuera del cuerpo ». Es un primer abordaje aún precario de Lacan en su intención de aproximarse al goce femenino en tanto que, al no ser fálico, vuelve de otro modo al cuerpo : como heteridad radical respecto del Uno y de las resonancias fálicas que derivan de él. El cuerpo es el Otro, había dicho algunos años antes, y la castración quiere decir que la libido, fálica, ha sido extraída del cuerpo[7].
La segunda línea, más fecunda, es la que hace que haya una correlación entre la extensión del psicoanálisis y la era del capitalismo[8],y que se hace aún más precisa con el capitalismo actual, numérico o informático. Es en esta otra vertiente que Lacan lee « el decir de Freud » (expresión que incluye en L’étourdit varias veces) y sus efectos con los mismos anteojos que « el decir de Cantor » (que figura tres veces en L’étourdit) ; esos mismos instrumentos le permiten ceñir el goce notodo más concisamente. Son los anteojos de Kurt Gödel, el fundador de la lógica más rigurosa y eficaz de la historia de la ciencia, que inventó al estudiar la extensión y las limitaciones de toda formalización lógica posible de la aritmética (disciplina que trata esas razones o efectos reales del lenguaje que llamamos números, y que escapan a la lógica consistente de los predicados de primer orden).
Recordemos que Cantor fue el primer matemático en desarrollar, en la segunda mitad de siglo XIX, una teoría de los números libre de aquella limitación impuesta por Aristóteles a la ciencia : no se debe trabajar con conjuntos de nombres infinitos actuales como sería, por ejemplo, « el conjunto de todos los números enteros positivos ». Una vez abierta por Cantor la posibilidad de admitir conjuntos infinitamente extensos, otra aritmética se impone, y otra lógica es posible, y ambas se conjugan en la teoría axiomática de los conjuntos de Zermelo-Fraenkel, que es todavía la forma standard, y por lo tanto la más frecuente, de presentar los fundamentos de las matemáticas. En ese marco se puede mostrar fácilmente que :
– Cada conjunto es menor o igual al conjunto de sus subconjuntos [Potenzmenge], de lo cual surge como corolario inmediato que no hay « todo », porque cada « todo » es menor que el conjunto de sus partes. Las consecuencias en cuanto a la concepción del « universal » fálico son evidentes : por fuera del universo fálico o cualquier otro, ex–sisten aún [Encore] otras cosas.
– El más simple de los axiomas de infinitud de la teoría de los conjuntos afirma la existencia de números inaccesibles. Que un número n es inaccesible quiere decir que no se puede llegar a él por adición o por multiplicación de un número más pequeño de números más pequeños que n. Es muy importante para nosotros lo que Gödel explica en 1947 : que hay uno y solamente un número entero positivo que es fuertemente inaccesible, el número 2. No se puede llegar a él por multiplicación ni por adición de un número más pequeño de números más pequeños[9]. Si escribimos 1+1=2 ya hemos puesto de contrabando 2 unos para arribar a 2.
Lacan sabrá extraer las consecuencias de esta particularidad extrema del 2, para explicar las bases lógicas actualizadas sobre las cuales el parlêtre ha llegado a esta etapa de la civilización, en que ha sido demostrada la no-existencia de una relación sexual que pueda ser inscripta entre un cuerpo 1 y un cuerpo 2.
Será siempre entonces con más de dos elementos que podrá suplirse esa no-relación, y Lacan muestra, con una pregunta al mismo tiempo precisa y equívoca, de qué modo el francés sabe reconocer la dificultad de explicar qué es el 2 [deux] : « ¿ es de ellos [d’eux] que se trata ? » O sea que, « naturalmente » se reemplaza un número inaccesible, con propiedades propias de lo transfinito, con una multiplicidad aristotélica siempre en « potencia », pero no en acto. Por supuesto, todo tipo de suplencias de ficción puede venir a suplir al 2 inaccesible.
A nivel del sexo, se conoce la multiplicidad de consoladores, de cuerpos terceros y cuartetos swingers, de sumas disciplinarias, de sustracciones histéricas, de partes tomadas sádicamente del cuerpo del Otro (con « del » en genitivo objetivo) y entonces la división perversa del partenaire, entre tantas otras técnicas que ayudan al varón a aproximarse de modo « heterosexual », tímidamente, al 2 del sexo. O de remplazar de modo « homosexual », contradictoriamente, el 2 del sexo Héteros, radicalmente Otro. En nuestros días, que ya no son los de Kierkegaard, no se percibe el gayo oxímoron que implica el término « homosexual ». « Gay » procede de « gai », en efecto.
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Introducción de las bases lógicas del sexo
Con la teoría de los conjuntos, los equívocos del lenguaje invaden y alteran rápidamente lo real del número. Ese movimiento vuelve a la aritmética al mismo tiempo increíblemente más extensa y prolífica. Más fecunda en teoremas, en paradojas también. « La teoría de los conjuntos no es estéril, porque ella engendra la antinomia », bromeaba Poincaré en una época en la que todavía podía desconocerse su tremenda eficacia.
Son bien conocidos los enunciados paradojales encontrados por Cantor, Russell y otro lógico-matemáticos, que muestran una proliferación imposible de detener con el recurso del amo antiguo, la prohibición. El ejemplo más conocido es el del conjunto de todos los conjuntos que no se contienen a sí mismos ; ese conjunto, ¿ se contiene a sí mismo ? Se conoce, porque lo dejó escrito, el dolor de Frege por esa simple pregunta, la decepción que lo llevó a abandonar por completo su trabajo de formalización de la aritmética.
En esas condiciones adversas de proliferación de antinomias, alguna formalización lógica de la teoría de los conjuntos se imponía a comienzos del siglo XX. Había que evitar que, hablando de sí mismo, el lenguaje matemático pueda negarse a sí mismo, contradecirse en acto, y así importar los equívocos de lalengua y de la agramática en la lógica. El enunciado « yo no digo la verdad », ¿ puede ser falso ?, ¿ puede ser verdadero ?, ¿ ambas cosas a la vez ? ¿ Y entonces cuál sería el valor de verdad de este último enunciado ?
Whitehead et Russell intentaron evitar tales contradicciones en sus Principia Mathematica, prohibiendo laboriosamente que un enunciado pueda referirse sí mismo, e incluso prohibiendo que todo lenguaje pueda hacerlo. En ese marco, sería necesario hablar siempre de un lenguaje desde otro lenguaje, llamado « metalenguaje », que no ha de confundirse con él. Pero esa solución quitaba al decir de Cantor la libertad, que había importado del lenguaje ordinario, de constituir nuevos números para extender y desplegar el lenguaje matemático hasta los números actual e infinitamente grandes, los « transfinitos ». La solución de Whitehead – Russell no fue tal, sino un retorno sin futuro al discurso del amo antiguo y a las prohibiciones por las cuales pudo mantenerse desde la Antigüedad hasta el siglo XX.
Lo que logró Kurt Gödel en 1931, fue mostrar que no es necesario prohibir, ya que en un sistema formalizado de teoría de números se puede demostrar la existencia de algunos imposibles. Por ejemplo, si un sistema es completo es entonces inconsistente, es decir que demuestra verdades en exceso ; en él se puede demostrar la afirmación y la negación del mismo teorema, y en consecuencia de cualquier teorema. Y si por el contrario el sistema es consistente, es porque hay teoremas de la teoría elemental de números que permanecerán afuera del sistema, sin demostración por más verdaderos que parezcan ; indecidibles por lo tanto dentro de ese sistema lógico-formal. Se debía entonces comenzar a separar radicalmente de la verdad el orden de lo demostrable o derivable desde de los axiomas inicialmente aceptados[10].
A partir del marco de imposibles indicado por Gödel, Alan Mathison Turing, liberado ya del problema de la verdad y de la semántica de los teoremas, encontró en 1936 un sistema para computar todo lo que es efectivamente computable, demostrable o derivable; ese sistema es la matriz lógica del software, los programas a partir de los cuales ya en los años 40 se comienza a fabricar las primeras computadoras. Muy rápidamente, en medio siglo, la « máquina de Turing » transformó las comunicaciones, robotizó la fabricación de diversos aparatos, habilitó el desarrollo de internet, los motores de búsqueda, los smartphones, y también la globalización de las civilizaciones del parlêtre. Robertson señala precisamente allí el comienzo de una cuarta etapa en la historia de las civilizaciones, situando las anteriores a partir del lenguaje, la escritura y la imprenta.
Una máquina válida para cualquier hardware es la idea de Turing que en 1936 publica luego de la meticulosa revisión de Gödel – que encontró dos pequeños errores en el manuscrito que fueron corregidos antes de que el texto fuera enviado a los Proceedings of the London Mathematical Society[11].
Sin embargo, pasada la guerra en la que tuvo un desempeño notorio, poco antes de 1950, Turing señala que esta máquina, que es al menos en teoría enteramente programable, es decir capaz de obedecer lo que ha sido comandado antes que ella lo ejecute, no es inteligente. Esta máquina no tiene iniciativa, no desea. Ella no puede tampoco detener voluntariamente el proceso programado que comenzó a ejecutar y todavía no terminó.
En ese momento, Turing se pregunta con qué sería necesario dotar a la máquina para que ella pueda no solamente obedecer, sino también tener iniciativa, que pueda ser inteligente, e interpretar el deseo del partenaire. ¿ Sería necesario que ella desee cosquillear la pierna de una « lady computer machine » ? La idea, esbozada en 1948 ante autoridades científicas en un contexto político – militar, no fue tan bien recibida como sus contribuciones anteriores, las que aportaban técnicas de automatización de todo tipo de maquinaria, de informatización, de descifrado y de comunicación codificada.
La aproximación turingiana de la máquina « inteligente » fue presentada formalmente en un artículo publicado en 1950, Computing machinery and intelligence, donde escribe un esbozo de la así llamada « inteligencia artificial » que inunda el mundo actual, y que reemplaza incluso al CEO de algunas de las empresas más modernas, cuestionando el efecto burocrático y obsolescente de las jerarquías.
El artículo de 1950, extrañamente juguetón, alejado del rigor gödeliano de su artículo de 1936, comienza por la pregunta : ¿ pueden las máquinas pensar?[12] Como es una pregunta muy difícil, dice el autor, propone remplazarla por otra, que puede expresarse en palabras « relativamente inequívocas » [relatively unanbiguous words]. El problema se plantea entonces en términos de un juego de imitación en el cual intervienen tres personas : un varón, una mujer y un tercer humano que plantea preguntas, pudiendo recibir sólo por escrito las respuestas de los dos primeros. Turing afirma que el varón puede ser considerado « inteligente » si puede mentir y convencer a la tercera persona de que él es la verdadera mujer. Bastaría con poner la máquina en lugar del hombre para testear su inteligencia. ¿ Puede la máquina convencer al tercero – que hace de juez – de que ella es la verdadera mujer ?
En suma, una máquina es inteligente si puede engañar al partenaire, si puede hacerse pasar por una verdadera mujer. Para llegar a eso, debería en algún momento no responder obedeciendo, más bien su programa debería dejarle la libertad de tomar decisiones. Por ejemplo, permitiéndole dar una respuesta aleatoria, como un capricho que viene al lugar del deseo. « Sometime such a machine is described as having free will », escribe Turing lúdicamente en tercera persona, la no-persona de la que hablan Heidegger y Benveniste.
Esta segunda máquina de Turing será también la causa de la proliferación de textos de ciencia ficción como aquellos, precursores, que escribe Phillip K. Dick a partir de 1955, que incluyen la multiplicación de « replicantes » rebeldes en el estilo de Blade Runner, la película de Scott basada en una novela suya. Es también por esa vena que Mark Zuckerberg explora, desde un punto de vista exterior, la estructura de los lazos sociales, para replicarlos en los dispositivos de su bien conocida máquina, que permite las mentiras al partenaire a nivel de las palabras, de la imagen, de las posiciones en la vida, en el tiempo y en el sexo, e incluso en los sufragios presidenciales de los Estados Unidos. Es lo que llamamos « redes sociales », que no son precisamente discursos constituyentes de lazos sociales en el sentido lacaniano, sino efectos de la asociación del capitalismo con la lógica turingiana ; estos acarrean efectos nuevos, « ciertamente inciertos », en el orden de los discursos y de los lazos sociales.
En este preciso momento se desarrolla exponencialmente el movimiento #MeToo y su caza de brujas quiasmática, donde los inquisidores son mujeres y las brujas son una serie de pequeños perversos que han osado exigir una retribución, un servicio para promover a una mujer al estatuto de actriz de Hollywood, de atleta olímpica o de ama de casa. Lo que resultaba naturalizado desde la antigüedad, con la ayuda del carácter « acomodaticio » de las mujeres[13], fue subvertido por esos dos nuevos ingenios que permiten poner en escena real time lo que Eurípides (Las bacantes) y Aristófanes (La asamblea de las mujeres) habían imaginado hace más de 2.000 años. Ésas fueron ficciones sin éxito, seguramente debido a la firmeza del discurso del amo antiguo que, asociado a la homosexualidad griega, luego árabe, eucarística, católica (« para todos », literalmente), ha sabido mantener a las mujeres aisladas. Aisladas en las formas señaladas por NYT y los otros medios políticamente correctos de nuestros días, que son turingianos, y por las feministas actuales, que no sólo tratan, sino que logran hacer oír el clamor de las mujeres, que antes se podía amordazar en el hogar o silenciar en la hoguera.
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Compacidad, continuidad, contigüidad
Que ese clamor de las mujeres encuentre hoy la posibilidad de hacer escuchar voces desde siempre acalladas, es sin duda uno de los éxitos actuales de la civilización del parlêtre en que, como compensación a la falta de relación sexual, cuenta con el « decir de Cantor » y sus efectos, y con el « decir de Freud » y los suyos, por los cuales el psicoanálisis no sólo sobrevive, sino que se extiende con el capitalismo numérico.
Después de haber encontrado la lupa de Gödel para leer a Freud y prever la incidencia de esta nueva lógica – que recién comenzaba a desplegar su influencia planetaria – Lacan puede dictar en 1972 su seminario Encore en el que dice, al comienzo de una de sus lecciones : “Yo pienso en ustedes ; eso no quiere decir que yo los piense”; para subrayar el carácter indirecto de su llamado, particularmente cuando se refiere y también dirige a mujeres, evitando así situar al partenaire como objeto directo.
En ese seminario, Lacan sitúa de un lado de la sexuación el goce marcado por el agujero fálico del goce. Luego plantea la pregunta : « Del Otro lado, ¿ puede alcanzarse algo que nos diga de qué modo, lo que hasta aquí no es sino falla, hiancia [béance] en el goce, podría realizarse ? ”[14] Para intentar una respuesta, apela de inmediato al espacio del goce como algo que debe abrirse e interrogarse con la topología, que en su texto L’étourdit había propuesto equiparar a la estructura.
Puede entonces valerse de la noción de compacidad en matemáticas. « Nada más compacto que una falla »[15], dice, refiriendo así la cuestión a lo que Cantor en primer lugar había sabido entrever con su « conjunto triádico ». Este conjunto fue al mismo tiempo el primer ejemplo de fractal conocido y bien definido, un siglo ante que ese término fuera propuesto por Mandelbrot[16]. El conjunto triádico de Cantor es un conjunto de medida nula en el sentido de Lebesgue, que se produce por ablación del tercio central de un intervalo entre dos números « naturales » tales como el 0 y el 1, y luego por extracción iterativa del tercio central de cada parte restante. Si bien su medida es nula, tiene la cardinalidad del continuo tal como un número transfinito inaccesible. Se lo llama también « polvo de Cantor ». En esa falla compacta, de medida nula y de cardinalidad inaccesible, es el lugar donde Lacan aloja topológicamente el Otro del sexo. Su inaccesibilidad permite dejar de lado que se trate « de ellos », la multiplicidad serial con que la filosofía del tiempo del capitalismo numérico responde a la cuestión de lo femenino mediante la pluralización de los géneros, degradando lo que es de lo héteros a lo plural. No es del ellos [d’eux] fálicos que aquí se trata, no es el père-verso, hombre o madre, del que aquí habla, es de la falla compacta e inaccesible que se encarna en una mujer en tanto tal.
Esa indicación topológica viene a coincidir con la idea de la sexualidad femenina que Lacan vislumbraba ya en 1960, cuando destaca la heterosexualidad radical de la joven homosexual de Freud : « es sobre la feminidad donde reside para ella el interés supremo »[17], y en la misma página :
Peut-être se découvre-t-il par là l’accès qui mène de la sexualité féminine au désir même. Bien loin que réponde en effet à ce désir la passivité de l’acte, la sexualité féminine apparaît comme l’effort d’une jouissance enveloppée dans sa propre contiguïté (dont peut être toute circoncision indique-t-elle la rupture symbolique) pour se réaliser à l’envie du désir que la castration libère chez le mâle en lui donnant son signifiant dans le phallus[18].
Esta aproximación de lo femenino por la vecindad compacta de una falla, radicalmente inaccesible a la medida natural, extranjera a la lógica del corte, es el abordaje original que Lacan propone desde entonces, y por el cual el psicoanálisis de una mujer podría resultar análisis a secas, sin ficción [psiqué] ni mascaradas.
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El retorno sui generis de ellos (d’eux)
El hecho de que la información desenmascare a los clásicos detentores del secreto, aquellos que, filósofos o no, han estado siempre al servicio del amo antiguo, contribuye a esta tardía « liberación de las mujeres », bien posterior a otros movimientos frustrados en tal sentido. Ahora bien, no debemos desconocer que el factor más decisivo del éxito de actual movimiento de liberación, como aquel anterior de los esclavos y siervos de la gleba, ha sido la introducción de lo que puede reemplazar a quien se libera. En la primera revolución industrial, las máquinas de tejer y otros ingenios producidos por la matematización de la física permitieron la libertad de los siervos. Libertad negativa más bien, como lo sugiere ya Marx y subraya Lacan, libertad de reventar de hambre en muchos casos, libertad de devenir etimológicamente proletario en dispositivos cada vez más alienados y menos sociales. « Tiempos modernos » de Chaplin muestra muy bien las características de tal liberación.
En la revolución tecnológica actual, si la mujer deviene libre, es a partir de esta máquina numérica que nos ofrece la posibilidad de imitarla, de remplazarla, de modelizarla lógicamente y de hacer realidad (« virtual », también en sentido etimológico) el acceso a su goce notodo, el que encontraría su sede en la inaccesibilidad del 2 o del conjunto triádico de Cantor. Más allá de todos los progresos culturales e ideológicos, ella deviene libre como resultado del poder ser imitada por todo el software o hardware « que se pueda comprar » – expresión cara a Turing, quien se complacía en jugar con elementos transfinitos como si fueran algo que se puede conseguir en el mercado.
Desde luego, el truco de Cantor-Gödel-Turing ha sido rápidamente empleado por la infinidad numerable de varones castrados que aspiran al goce del Sexo Otro, que envidian el goce del cuerpo en genitivo subjetivo. Es que ese goce, el del genitivo subjetivo, es inaccesible desde el goce fálico, fuera del cuerpo, que ha de nutrirse de todas las fantasías y los fantasmas « psíquicos » que la gramática propone por confusión con el genitivo objetivo de « gozar del cuerpo ».
Antes de Judith Butler, filósofos como Deleuze y Guattari, aprovecharon los decires mencionados de Cantor y Freud para construir teorías no jerárquicas, llamadas fractales, rizomáticas o extraterritoriales, que son el contragolpe característico de todo esfuerzo lógico por dar su estatuto a lo femenino. Es el retorno de la multitud sadiana (d’eux) que se propone en el lugar del 2, inaccesible al varón, pero no a aquellas que ex–sisten allí naturalmente, por las condiciones estructurales (que no excluyen la anatomía) de su llegada al cuerpo hablante. Para esos filósofos no hay dos sexos, ellos nos los explican nítidamente, escuchémoslos bien :
C’est cela, les machines désirantes ou le sexe non humain : non pas un ni même deux sexes, mais n… sexes. La schizo-analyse est l’analyse variable des n… sexes dans un sujet, par-delà la représentation anthropomorphique que la société lui impose et qu’il se donne lui-même de sa propre sexualité. La formule schizo-analytique de la révolution désirante sera d’abord : à chacun ses sexes[19].
Se puede ver como el filósofo deviene una vez más el bufón del amo, en este caso anticipando las ventajas que encuentran Fac.ebook® y otras empresas en la enorme proliferación de los géneros de-ellos (d’eux) : ¿ para la publicidad dirigida [target advertising, publicité cible]?
Incluso entre las feministas más lúcidas, que ven con simpatía a estos autores, toda sombra de jerarquía parece el enemigo más peligroso. Judith Butler combate a Rosi Braidotti porque ésta habla todavía de la diferencia sexual, y entonces sería… ¡ heteronormativa ! El 2 de la mujer, su inaccesibilidad, es siempre más difícil de soportar, al menos en teoría, que la pluralidad [d’eux], de todos los géneros y de todos los queers del mundo que son puestos en el mismo conjunto que las mujeres : LGTTTBIPPA…. Se encuentran ya muchos más de 50 géneros, que vienen a disolver lo concerniente al 2 del sexo real, con la multiplicidad de mentiras previstas por Turing en su concepción de la segunda máquina. Se podría agregar, ¿ por qué no ? : el género zombi, tan bien situado entre el eros y la muerte en las ficciones infantiles de nuestra época.
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El decir de Lacan
¡ Qué distancia entre esta bufonada y aquel Lacan que ofrecía el psicoanálisis como salida personal de este capitalismo que rechaza el amor, la castración y el cuerpo ! Él decía, simplemente :
Que el sexo sea real, no cabe la menor duda. Y su estructura misma es lo dual, el número dos. Sea lo que sea que uno piense, hay sólo dos, los hombres, las mujeres. Se obstinan en añadir les Auvergnats. Es un error. A nivel de lo real, no hay Auvergnats[20].
El sexo no es una cuestión de jerarquía, sino de diferencia radical e ineliminable. La mujer de Markos Zafiropoulos, la que se posiciona contra la madre, es coherente con la estructura del parlêtre. Se trata de una posición lógica, ya detectada por el psicoanalista antropólogo, que resiste a la medida fálica y a las suplencias más o menos queer, sean de singularidad sin par ; sean de orgullo de las particularidades antes combatidas y hoy desprovistas, ¡ ay !, de su sagrado secreto. Sus secretos ya han sido desenmascarados con la legalización capitalista, con la desmedicalización farmacológica, con las fantasías filosóficas del tipo mencionado y con el porno virtual de todos los géneros de última generación al que todos tenemos acceso.
El reemplazo de lo femenino ahora asume nuevas formas, más radicales que la humilde perversión ; encuentra sus modelos en la esquizofrenia o en la locura maníaco-melancólica, en la Hamletmaschine de Heiner Müller o en 4.48 Psychosis de Sarah Kane. Estos modelos de transgresión de los límites con los que ahora se “aborda” a la mujer, recuerdan lo que, en su momento, un par de siglos antes, el Woyzeck de Georg Büchner mostraba en cuanto al avance del proletario sobre su mujer, a la que termina matando : « Sabes, María, eres tan bella como el pecado… ¿ Es posible que el pecado mortal sea tan bello ? »
Ya en los dos períodos señalados por Markos Zafiropoulos, se desprende de la enseñanza de Lacan que a un analista en tanto tal, y no en tanto ciudadano, no le es posible plantear la « paridad », ni menos aún la pluralización de los sexos, para admitir la heteridad de lo femenino en el centro, ya no tan ciego, del deseo en psicoanálisis.
Creo que, a partir de este movimiento de lectura, el mío, que intenta repetir el de Markos Zafiropulos, se puede deducir que hay un « decir de Lacan » que subsiste en los diferentes momentos de su obra. Incluso con diferentes referentes teóricos, su estilo de retorno a Freud en cada época no contradice al anterior, aún si lo realiza desde perspectivas diferentes.
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[1]M. ZAFIROPOULOS, La Cuestion femenina de Freud a Lacan o la mujer contra la madre, Buenos Aires, Ed. Logos Kalos, 2017.
[2]J. LACAN, Le Séminaire. Livre XVII. L’envers de la psychanalyse, Paris, Seuil, 1991, p.149.
[3]J. LACAN, « Columbia University », Scilicet 6/7, Paris, Seuil, 1976, p. 45.
[4]J. LACAN, « L’étourdit », Autres écrits, Paris, Seuil, 2001, p. 460.
[5]Ibidem.
[6]Simplificado por Leon Henkins. Ver : L. HENKINS, « The Completeness of the First-Order Functional Calculus », Journal of Symbolic Logic, n° 14, 1949, p. 159–166.
[7]J. LACAN, Le Séminaire. Livre XIV. La logique du fantasme (inédit), lección del 10 de mayo de 1967.
[8]J. LACAN, « La psychanalyse dans sa référence au rapport sexuel », Lacan in Italia (1953-1978) – En Italie Lacan, Milano, La Salamandra, 1978.
[9]K. GÖDEL, « What is Cantor’s continuum problem ? », Collected Works. II : Publications 1938–1974, Oxford, Oxford University Press, 1990.
[10]K. GÖDEL, « Über formal unentscheidbare Satze der Principia Mathematica und verwandter Systeme », Monatshefte Math. Phys., vol 38, 1931, p. 173-198.
[11]A. M. TURING, « On computable numbers, with an application to the Entscheidungsproblem », Proceedings of the London Mathematical Society, vol. 43, 1937, p. 230-265.
[12]A. M. TURING, « Computing Machinery and Intelligence », Mind, vol. 49, 1950, p. 433-460.
[13]J. LACAN, « Télévision », Autres écrits, Paris, Seuil, 2001, p. 540 : « acomodaticias » [arrangeantes], escribe Lacan, por oposición a la rigidez de la perversión del varón, a la cual ellas se prestan a pesar de no ser locas del « todo ».
[14]J. LACAN, Le Séminaire. Livre XX. Encore, Paris, Seuil, 1975, p. 14.
[15]Ibidem.
[16]G. CANTOR, « De la puissance des ensembles parfaits de points », Acta Math., vol. 4, 1884, p. 381-392.
[17]J. LACAN, « Propos directifs pour un congrès sur la sexualité féminine », Écrits, Paris, Seuil, 1966, p. 735.
[18]Ibidem.
[19]G. DELEUZE, F. GUATTARI, L’Anti-Oedipe, Paris, Les Editions de Minuit, 1972, p. 356.
[20]J. LACAN, Le Séminaire. Livre XIXbis. …ou pire, Paris, Seuil, 2011, p 154-155.